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¿Comparás tu cuerpo con el de otras mujeres? - Blog Noe Previtera

¿Comparás tu cuerpo con el de otras mujeres?

Vamos por la calle y de reojo escaneamos el cuerpo de otras mujeres. Intentamos disimular la mirada hasta que alguien se siente demasiado observada. Intentamos mirar el suelo o el cielo. Nos agarraron con la mano en la masa. ‘Sí, te estaba mirando’, declaramos mentalmente para sacarnos la incomodidad de la situación de encima. Miramos el cuerpo de otras mujeres buscando un punto de comparación con el nuestro. Miramos porque nos damos cuenta que una amiga ha bajado de peso  y yo no. Miramos porque esa mujer está con shorts y tiene celulitis.

Comencé a hacer dieta porque mi cuerpo era mucho más grande que el de mis compañeritas.

Mujer

Recibo cientos de mensajes de mujeres que se sienten juzgadas con la mirada de sus padres, de amigos y hasta de desconocidos. Cuando les doy vuelta la situación y les pregunto si ellas miran a los demás, la respuesta es sí. ‘Pero no miro juzgando, Noe’. Te creo, sé que no juzgas, pero del otro lado hay una persona que tiene la misma queja que vos y sí siente juzgada.

Según la teoría de la terapia cognitiva solo podemos percibir en nuestro ambiente a lo que le damos mucha importancia internamente. Las mujeres de todo el mundo viven en una epidemia de odio corporal, por lo que el aspecto de sus cuerpos se lleva mucha de la atención. ¿O no? Si ese es tu caso, cuando mires hacia afuera, tu percepción del ambiente será a través del filtro con el que te mirás a vos misma: la apariencia física. Tal vez, hasta la crítica de esa apariencia física. No hace falta explicar mucho, con una mirada lo decimos todo.

Miramos el cuerpo de nuestras amigas con los lentes que vemos nuestros propios cuerpos. Observamos el cuerpo de nuestras hijas con el juicio que ponemos sobre el propio. Aún cuando no expresamos verbalmente absolutamente nada, no hace falta explicar mucho, con una mirada lo decimos todo.

Comenzamos a mirar los otros cuerpos buscando definir el propio. Encontramos los modelos a seguir sugeridos culturalmente y desde ahí comenzamos a medirnos a nosotras mismas. El ser humano tiene gran dificultad en definirse a sí mismo intrínsecamente por lo que, en la infancia y en la adolescencia, necesitamos de parámetros externos para entender si ‘vamos bien’. La comparación es tan natural en nosotros que existe una industria millonaria que lucra con esto.

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¿Comparás tu cuerpo con el de otras mujeres?

¿Cómo te sentirías hoy con respecto a tu cuerpo si no lo hubieras comparado con el de las publicidades de belleza y el adelgazamiento en tu adolescencia?

Por el contrario, ¿qué hubiera ocurrido si el punto de comparación con los modelos externos te hubieran hecho sentir que tu cuerpo es valioso así tal cual es? Si te hubieras sentido bien en tu cuerpo desde el principio no hubieras gastado el dinero que invertiste en modificarlo. El que vos compares tu cuerpo es natural en tu psiquis y existe una industria que hará que te sientas mal con la comparación. Porque un consumidor insatisfecho es un consumidor que continúa comprando. 

Cada vez que experimentás ansiedad catastrófica respecto a la imagen de tu cuerpo es porque lo estás comparando con el cuerpo del pasado o con lo que debería ser en el futuro. Cada vez que te sentís mal con tu cuerpo estando entre amigas es porque lo acabás de comparar con el cuerpo ‘más adecuado’ de alguna de ellas. Miramos para compararnos, para recordarnos de los kilos que deberíamos bajar y de la vergüenza que debería tener por usar dos talles más de ropa. ‘¡Te debería dar vuergüenza!’, nos recuerda esa voz en nuestra mente, la misma que nos hace mirar lo lindo que se le ve el jeans a mi cuñada y que nunca un pantalón se verá así en mi. ‘Malditas caderas anchas’. 

La comparación es natural en nuestra psiquis. Es necesaria para definirnos. Pero llega una etapa en la vida en que se siente como andar con las rueditas de aprendizaje en una bicicleta de carrera: definitivamente no necesaria. 

Tu cuerpo es tu cuerpo, lo tenés desde que naciste. Compararlo puede que solo te esté robando la felicidad de habitarlo. Pensalo, ¿qué encontrarías inadecuado con respecto a tu cuerpo si no hubiera nada con qué compararlo? 

Lo sé, la comparación ocurre antes de que te des cuenta de que te estás comparando. Pero si comenzamos a ser conscientes de cuando ocurre, podríamos dejar de escucharla cuando nos habla al oído. Seríamos conscientes de que miramos buscando compararnos. Serían conscientes de que ya tenemos todo lo que necesitamos aquí mismo, en nuestro cuerpo. Y que está bien que así sea. 

‘Imagina… si la capacidad para compararse con cualquier cosa o cualquier persona, incluido tu yo pasado, fuera sacada de tu cerebro. Kaput. Finito. Se fue para siempre. ¿Cómo te sentirías contigo misma?

(Geneen Roth)

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